MÚSICA

MÚSICA

Durante los siglos medievales se pasa de la tradición oral, en la que no se conocía aún el sistema de notación musical, a la música escrita, lo que ya va a permitir conocer la altura de sonido, los intervalos, el modo o la duración de las notas.

A la monodia propia de las distintas liturgias (mozárabe o hispana, gregoriana, ambrosiana, etc.) se le va a empezar a añadir otra voz, de modo que surge la primera polifonía, con formas como el organum, el discantus, el conductus y el motete. Como formas profanas sobresalen las cantigas, las jarchas, los zéjeles y las moaxajas.

La música del Renacimiento, escrita entre 1400 y 1600, se caracteriza por su textura polifónica (homofónica o contrapuntística), heredera de la incipiente polifonía medieval que surgió de la monodia gregoriana. En la textura homofónica, las voces transcurren formando casi acordes verticales, con una similitud melódica, armónica y rítmica. En el contrapunto, cada voz lleva su propia melodía, moviéndose de forma independiente pero siguiendo unas reglas muy estrictas. Se componen así piezas como el canon, de las más sencillas, a la fuga, de las más complicadas. Tras la Contrarreforma católica, la inteligibilidad del texto se convirtió en un requisito fundamental, por lo que se fueron abandonando las composiciones contrapuntísticas del siglo anterior en favor de las texturas homofónicas. Fue muy destacado en la música litúrgica el uso de los efectos antifonales, esto es, de la alternancia y diálogo entre distintos grupos de voces.

La música renacentista es eminentemente litúrgica -aunque evidentemente también hay formas profanas- y se suele cantar a capella. La música se desarrolló fundamentalmente en las Capillas catedralicias y en las Capillas reales y palaciegas, compuestas por el maestro de capilla, el organista, ministriles y cantores.

El idioma de la música litúrgica continuó siendo el latín para la Iglesia Católica, no así para la Protestante, que comenzó a utilizar las lenguas vernáculas para su liturgia. La música profana empleó igualmente las lenguas vernáculas.

Una de sus características es que el sistema modal, heredado del gregoriano, se va sustituyendo por el tonal. Así como la creación del intervalo de tercera, que en la Edad Media era considerado como disonancia.

Entre las formas musicales que se destacan en el Renacimiento español figuran, entre las sacras, la misa, los madrigales para el oficio divino, los villancicos y el drama litúrgico. Y entre las profanas, el villancico, que es la forma preferida en España, así como la canción, el madrigal, el romance y la ensalada, entre otras.

Con el tiempo, el contrapunto se fue haciendo más y más complejo, y, aunque se seguía escribiendo para cuatro o cinco voces, pronto se empezó a destacar más la voz superior y el bajo. Es el “recitar cantando”, que ya en s. XVII dio lugar a la ópera. Las voces intermedias se fueron abreviando en el llamado Bajo continuo, técnica característicamente barroca. Éste era interpretado generalmente por instrumentos melódicos graves (violonchelo, viola de gamba, fagot) más un instrumento armónico que improvisaba los acordes (clave, archilaúd, órgano positivo, guitarra barroca, arpa, tiorba…). El bajo continuo acompañaba así a la melodía principal. Fue desapareciendo a mediados del s. XVIII a medida que se consolidaba el estilo galante, más tarde conocido como clasicismo.

En el Barroco se componía siguiendo la “Teoría de los afectos”, que llevaba a interpretar mostrando los distintos afectos o pasiones humanas, para lo cual empleaban recursos como la tonalidad o la modalidad, los adornos, los intervalos o las disonancias.

La policoralidad fue otro recurso propio del Barroco, por lo que una pieza se componía para varios coros, que generalmente interpretaban la música situados desde distintos puntos de la iglesia, dialogando unos con otros.

Las formas musicales se mantienen, aunque se abre paso la ópera, la cantata, el concierto y la suite de danzas, así como las tonadas o tonos humanos.

En el s. XVIII se va dejando el estilo Barroco y se impone el Clasicismo, o estilo galante, que en España sigue los patrones italianos. Frente a la expresividad mecanicista de la etapa anterior, se alza el gusto por la sencillez y la sutileza en la expresión de los sentimientos, a lo que ayudará el pianoforte.

Además de las formas anteriores, se consolidan la sonata, la sinfonía, el concierto, el fandango y la música escénica, como la ópera, la zarzuela y la tonadilla escénica.

El s. XIX es el siglo del Romanticismo, donde actúan también las corrientes nacionalistas. La influencia del nacionalismo en la música española se manifestó especialmente dentro del teatro musical. El predominio de lo italiano y lo alemán pronto tuvo voces en contra, sobre todo en lo que se refiere a la ópera y la zarzuela. La pugna entre los partidarios de la ópera en español y los del estilo italiano acabó en que todos se pasaron a la zarzuela, por falta de apoyo a la ópera en español. La influencia llegó hasta Hispanoamérica, donde en Cuba se compusieron algunas zarzuelas.

La música instrumental se centró en la sinfonía y el concierto, destacando también las composiciones para guitarra española o piano.

Damos paso a una exposición de las diferentes estilos, géneros y formas musicales, englobadas entre música sacra y profana, y atendiendo a su desarrollo cronológico desde el Renacimiento en adelante.

Música sacra


Música profana

Organología

Bibliografía

  • Barreiro, Javier, El tango. Madrid: Ediciones Júcar, 1989.
  • Carpentier, Alejo, La música en Cuba. Barcelona: Círculo de Lectores, 2002.
  • López de Osaba, Pablo (dir.), Historia de la música española (7 v.). Madrid: Alianza Editorial, 1983.
  • Ríos Ruiz, Manuel, Introducción al cante flamenco. Madrid: Istmo, 1972.
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